«... Y bendeciré a los que te bendigan...»
(Génesis 12.2)
Dios llamó Abraham. Y la promesa era hacer de él una bendición. El Señor tomó su
Familia, lo transformó, lo probó en las peregrinaciones,
lo multiplicó en el tiempo e hizo de él lo que hoy vemos.
La Palabra nos enseña que la Iglesia es la familia de Dios.
“De quién toma nombre toda la familia en los cielos y en la tierra” (Ef. 3.14-15)
Familia espiritual (Ef. 2.19).
Los lazos del mundo quedaron en Ur de los Caldeos (Gn. 12.1).
La nueva experiencia de Abraham no fue física, biológica o emocional.
Fue espiritual, porque Dios cambió su vida, comenzando por su propio nombre:
“No te llamarás más Abram, mas Abraham,
porque te he puesto como padre de muchas naciones” (Gn 12.5).
Abraham vivió de fe y esperanza (Sal 33.20-22);
Vigilancia y sobriedad (1º Pe 6-7);
Abraham fue un constructor de altares (Gn 12.8). Busque al Señor (Sal 34.4).
Las promesas son inmensas a los que creen: (Gen 12.3).
La familia de Dios salva, liberta, cura, transforma y bendice. Y no existen límites
Para eso. Que el Espíritu Santo conduzca cada familia en el temor,
alegría, bendición y victoria en estos tiempos de tribulaciones.
La unidad de la Iglesia y de cada cristiano, manifiesta la presencia gloriosa del Señor.
Dios te bendiga
Pr. Reuel Pereira Feitosa.
Traducción: Pr. Armando Mayta Capiona